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De alguna forma, los sistemas de seguridad de Arkham Asylum habían resistido la furia de tres noches seguidas de tormenta. Eso no hacía que el personal del psiquiátrico se sintiera tranquilo, pero al menos ahora podían dormir por las noches.
Escuchando el incesante repiqueteo de las goteras resonando por los lúgubres pasillos de roca, acomodado tranquilamente sobre el acolchado de las paredes y el suelo de su celda especial, el Joker movía alegremente las manos como un director de orquesta. Nadie dentro del asilo pensaba que ver al Joker calmado fuese una buena señal. Pero al menos, durante un tiempo no molestaba.
Los oídos del maníaco estaban mejor entrenados de lo que la gente pensaba. Lo que para el común de los mortales era una irritante gotera, para él era la base perfecta para una sinfonía. Lo que para los demás era una histérica risotada, para él era el tintineo de una campanilla que le decía que sus planes habían salido bien.
Del mismo modo, lo que para cualquier persona podía haber sido el estrépito del viento y la lluvia, para él había sido poco más que un eco de fondo. Y muy levemente, sobre ese fondo, el sonido amortiguado de dos manos enguantadas aferrándose a los barrotes de su ventana.
-¿Pastelito?- susurró la dulce voz de la ex doctora Harleen Quinzel.
-Llegas tarde, Harley- respondió el Joker sin dejar de sonreír-. ¿Has traído el material?
-De eso precisamente quería hablarte…
La lluvia torrencial había corrido parte del maquillaje blanco del rostro de Harley Quinn. Los dos picos de su máscara rojinegra caían lacios y pesados sobre sus hombros. Todo ello daba a la leal seguidora del Joker una apariencia patética que al payaso le resultaba bastante irrisoria.
-Vale, que no te acuerdas de lo que tenías que traer- asumió el Joker sin inmutarse-. ¿En qué parte del plan te has quedado atascada?
Harley inspiró profundamente. Parecía que le costaba decir lo que tenía que decir.
-Bueno- respondió en un tono casi academicista-, el plan consiste esencialmente en aprovechar la tormenta para interrumpir el sistema de Arkham, y que crean que ha sido un cortocircuito. Después de eso tengo que abrir la reja del pozo que hay en el patio trasero, esperar a que aparezcas y lanzarte el cable del sistema de poleas que preparaste antes de que te trajeran aquí.
-Ajá, perfecto, ¿cuál es el problema?
-Pues verás, pastelito… Nos han robado el sistema de poleas.
A lo lejos el cielo quedó iluminado por un relámpago. El Joker esperó un segundo, dos, tres…
… El grito “¡¿Qué?!” quedó amortiguado por el trueno, y retumbó en su compañía por las paredes del sombrío edificio.
-¿Cómo han podido robarnos algo de la guarida?- protestó el Joker en voz baja- ¡Tenemos los mejores sistemas de seguridad del mercado! ¡Se los robamos al Pingüino, por el amor de Dios!
-Llevo dos días preguntándome lo mismo, pastelito…- se disculpó Harley.
-¡¿Dos días?!- bramó el Joker, justo antes de darse cuenta de que esta vez sí se le había oído.
El eco de los pasillos le trajo el rítmico golpeteo de los zapatos de suela de goma de los celadores. El Joker hizo una señal a Harley para que se escondiera y empezó a dar vueltas por la celda acolchada, discutiendo acaloradamente consigo mismo.
-¿Qué pasa ahí dentro?- espetó uno de los celadores a través de la mirilla en forma de buzón.
El Joker miró a los dos mastodontes armados con porras eléctricas, y sonrió socarronamente.
-Arte y ensayo- respondió-. Si consigo rehabilitarme tendré que dedicarme a algo. Estoy ensayando un número de teatro.
Los celadores se miraron el uno al otro, confundidos. El Joker prosiguió con su improvisación, mientras escuchaba cómo los dos hombres se alejaban preguntándose si podían prohibirle eso.
Dos golpes con un nudillo blanco en la reja de la ventana, y Harley Quinn respondió a la llamada volviendo a asomar una cara comprimida por la culpabilidad.
-Lo siento, pastelito, te juro que no entiendo cómo ha podido ocurrir…
-Sistemas de seguridad de la más alta tecnología- reflexionó el Joker-. No ha sido Oswald, porque sigue en Blackgate. Y en cualquier caso él no conoce nuestra contraseña.
-Si crees que ya no te soy útil lo comprenderé, no merezco…- prosiguió Harley.
-Calla, tartita- ordenó el Joker en un tono tan autoritario que el término “tartita” quedaba fuera de lugar-. Sólo se me ocurre una persona que haya podido entrar y salir sin ser detectado por nuestros sistemas.
-¿La culpa no es mía?- preguntó Harley, con un cierto destello de esperanza en sus grandes ojos azules.
-Hasta que se demuestre lo contrario, no del todo- respondió el Joker-. Vuelve a la guarida, Harley. Creo que sé quién es el ladrón.
Dicho esto, el Joker empezó a aporrear la puerta blindada de su celda. No prestó atención a la impecable maniobra acrobática de Harley mientras se alejaba de la ventana.
-¡Guardias!- aulló el Joker, presa de un ataque de rabia- ¡Custodios! ¡Cancerberos!
Los dos celadores que ya habían pasado anteriormente a comprobar qué ocurría en esa celda volvieron a aparecer, obstruyendo de nuevo la luz que entraba por la mirilla.
-¿Y ahora qué diablos quieres?
-Quiero… no. ¡Exijo hablar con Batman!
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